diciembre 13, 2010

Partiendo a Comunidades Triquis

El comienzo del viaje
La cita fue en el andén 6 de OCC en la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente (tapo), dentro de la sobrepoblada ciudad de México a las 20:30 del domingo 28 de noviembre; ahí esperaban tres "clowns" con la maravillosa sonrisa que los caracteriza: Chicloso, Chío e Io.
La tarde había sido larga: primero la recepción de una de las invitadas de este viaje: Chío, una simpática chica proveniente de León, Guanajuato; posteriormente arreglar detalles faltantes para terminar ahí, donde esta espía se unía a su aventura.
Después de una charla para afinar detalles de un viaje que duraría 2 semanas, y que por esta ocasión, se tendría que ver dividida por la salida de dos contingentes, siguieron las bromas, juegos y comentarios al margen: el panorama daba la idea de ser perfecto.
No cabe duda que todo varía según el cristal con que se mira: mis dudas eran mayores, pero aún así estaba ahí contagiada por ese entusiasmo que sólo el amor imprime.
Siguió la documentación, rogando que 3 mochilas, un costal con Pet triturado, otro con globos y dos monociclos no superaran los 25 Kg. por persona permitidos: así fue, y tras una breve despedida emprendieron el camino sólo tres: Chicloso, Chío y el ojo vigía.
Tras la despedida, se mencionaron después algunas lágrimas y sentimiento de impotencia por no comenzar el viaje juntos; sin embargo, la encomienda estaba en buenas manos.
Aunque la aventura se materializó en ese momento, ese no fue el comienzo del viaje: el sueño inició su gestación meses atrás, después de la primera visita de Pallazos Rodantez a territorio triqui tras ver esas sonrisas, pero ahora con una nueva ilusión: visitar más comunidades y llevar un curso de malabares.
La tarea no pintaba para ser fácil; aunque la invitación estaba abierta, había que planear agendas, tiempos; buscar a los payasos invitados con la idea de llevar un show más completo; proponer, platicar con personas y organismos implicados; estructurar, aterrizar ideas, y finalmente: conseguir el material para realizar las pelotas que servirían para el taller de malabares a través de donaciones.
Una cita afuera del Palacio de Bellas Artes y una cafetería que sirvió de refugio de la lluvia, fueron los testigos de la planeación de éste y otros eventos que ayudarían al crecimiento de un proyecto que en menos de un año ha rebasado sus metas; se modificó la fecha y se eligió el día 28 de noviembre para partir, con la esperanza de que los organizadores de la Unidad Deportiva del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (UDMULT) estuvieran de acuerdo; en la lista se leían los nombres de Carlos, Iván, Rocío y Marisela, con el deseo de incrementar el número sumando más “clowns” y músicos; en seguida se lanzó la convocatoria para cooperar con material, y la ilusión fue tomando forma.
Días más tarde, proyectos externos después, se dio la bienvenida a Alhelí como parte del contingente que viajaría hacia esa zona; la respuesta al llamado a ayudar iba lenta, se lanzó una segunda y tercera petición, y finalmente se logró superar el número de globos requeridos, así como adquirir cantidad suficiente de PET para rellenarlos.
No cabía duda que el amor se contagia, y el deseo por ser parte de algo tan maravilloso toca a muchos corazones
El tiempo voló, días antes quedaban cosas por arreglar y muchas pelotas por hacer a cargo de Carlos e Iván; una fugaz reunión para la entrega de los globos donados a una servidora, fue lo que me hizo caer en la cuenta de que esta locura era real: se acercaba el momento de enfrentar los temores que la desinformación de algunos medios había fundado.
Todo quedó listo, no había más por hacer que emprender el viaje; en la terminal imperaba el ambiente festivo y la emoción, pero también había dudas sobre lo que pasaría y si se lograrían cumplir las expectativas de lo que comenzó meses atrás.
Tres boletos, un camión de pasajeros, y muchos kilómetros por delante no daban la oportunidad de dar marcha atrás a este proyecto.

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