Crónica de un Congreso

La noticia llegó con anticipación, una invitación para participar en un Congreso Internacional de Risoterapia organizado por Cuenta con tu Risa y la fundación Vamos México, la cual también les daría su apoyo para llegar, primero a León, Guanajuato, luego al Centro Fox.


No existía una total certeza de nada, el tiempo fue transcurriendo y mientras se esbozaban ideas y se bosquejaba en la mente de dos intrépidos (nombrados por sus padres Carlos e Iván; por sus pasiones, Io y Chicloso), lo que sería ponerse en el papel de conferencistas por un día, el momento llegó, tocó a la puerta como un invitado tan deseado como inesperado.

Pensar en compartir un sueño generaba ansias; vislumbrar oportunidades de crecer, de hacer tangible una realidad inminente que apenas comenzaba a tomar fuerzas, hacía notoria la locura y el deseo; presentarse en un foro con tales magnitudes, daba a los nerviosel medio ideal para reproducirse cual bacterias.

Llegó el día esperado, la cita fue muy temprano, a las 7:00 horas del viernes 25 de junio en la Central de Autobuses del Norte de la Ciudad de México, para ser exactos.


Como “camarón que se duerme se lo lleva la corriente” y Chicloso e Io sin saber nadar preferían el camión, adelantaron su llegada y a las 6:00 de la mañana ya estaban ahí, recogiendo sus boletos. El sueño provocado por aquella madrugadora salida era inminente, sólo lo rebasaba la incertidumbre por saber qué les depararía el destino en esta ocasión.

Acostumbrados al público, no debía haber razones para sentir nervios; la diferencia radica en que el reto de espectadores demandantes y tan diferentes en cada ocasión, se cubre con una nariz y todas las fuerzas que el amor pueda generar; sin embargo, que tu voz se escuche en un foro como lo era ese y que logre hacer eco para contagiar a otros de tu sentimiento, haciéndoles ver que tu sueño es tan real como honesto, merece un desafío diferente.

Trataban de ocultar ese sentimiento que transpiraban, aunque sabían que tener confianza siempre ha sido su mejor arma.

Después de una hora y media de espera fue momento de tomar sus asientos en el autobús que los llevaría hasta León, Guanajuato, lugar de gente calida, piel, y aquellas tortas de chicharrón llamadas “guacamayas”, cuyo parentesco con las “guajolotas defeñas” aún está en proceso de investigación.

El camino comenzó entre bromas y comentarios, con un desayuno tan ligero que obligó a callar la tripa con un refresco. Un par de buenas películas bien puede ambientar un viaje de 5 horas, pero más agradable es descansar los ojos y meterse en sus propios pensamientos.

Mientras Io dormía, Chicloso miraba por la ventana la carretera; por lapsos usaba sus audífonos para distraer su aburrimiento y silenciar las inmensas ganas que tenía de dormir, sin la más mínima señal de que pudiera lograrlo.

Por fin el arribo a su destino, y con ello un segundo aire entendido por la interpretación de la canción de una jaiba y el debraye de dos mentes poco comunes acerca del por qué decidieron llamar León a esa ciudad.

Después de una vuelta de reconocimiento a la terminal, aún indescifrable, se encontraron con la doctora Luigi, quien había llegado de Celaya para asistir al congreso al día siguiente; poco después fueron recogidos por una camioneta que los llevaría al Centro Fox, a aproximadamente 30 minutos de la ciudad, para encontrarse con algunos de los anfitriones pertenecientes a la asociación Cuento con tu Risa, dedicada a practicar la Risoterapia principalmente en hospitales, y con quien se deje.

A su llegada sorprendieron al doctor Endorfino, fundador de dicha asociación, así como a la doctora “Chispita” y “Kimmi”, quienes hicieron un receso a la organización del evento para invitarlos a comer, aunque ellos prefirieron llamarlo desayuno.

Eran las 13:30 horas, recién comenzaba la tarde, y mientras realizaban la presentación oficial, y la charla iba saltando de tema en tema con el eje puesto en la situación actual de la Risoterapia en México, por la mesa los platillos no querían quedarse atrás y acompañaban el momento pasando de quesadillas a verduras con vinagreta, de éstas a alubias con chorizo y carne, para culminar el desfile con una nieve que parecía no se quedaría quieta, ante la indecisión de los payasos por elegir el sabor.

“Barriga llena, corazón contento”, era el momento de conocer el lugar donde se realizaría el evento. Un recorrido; un rato aquí, otro por allá; un poco de ayuda para colocar la manta; checar los detalles de la presentación; arreglar asuntos correspondientes al viaje; pero sobre todo mucha alegría y convivencia fue lo que marcó esta fugaz primer visita a este centro cultural, para posteriormente regresar a la Hacienda que los hospedaría.

Apenas darían las 19:00 horas, ante la falta de actividad se encendió la necesidad de preparar las cosas para el día siguiente.

La primera misión era conseguir una plancha para reparar el vestuario que no se salvó del ajetreado viaje; la segunda improvisar una nave, porque el duende del olvido le hizo la travesura a Chichloso de dejar la suya en casa; finalmente calentar con unos cuantos malabares mientras los consentían llevándoles la cena hasta su habitación.

Dieron las 20:15 de la noche y todo estaba listo, no había más que hacer; una idea, dar una vuelta por el pueblo, recorrido que terminó después de quince minutos y tras haberse encontrado con un establecimiento de tacos, aquellos que remataron la cena ya ingerida.

Era inevitable el regreso al “hotel”, inminente la necesidad de descansar; pero la soledad que el silencio no ayuda a disfrazar, aquella que se siente tras la lejanía, con esa necesidad de mantener contacto, ese contacto que la convivencia en diferentes comunidades les ha dejado, les provocaban ganas de salir a encontrarse con alguien más, un alguien que no aparecería.

Después de un té y una breve charla con una película de fondo en un jardín ocupado por algunos turistas, a las 22:00 horas ya estaban en su habitación, con la televisión como compañera de una noche que tenía toda la intención de ser larga, aunque la actividad del día siguiente comenzaría temprano.

Transcurrían las 8:30 de un sábado que pintaba para caluroso, en el comedor ya todos reunidos. La invitación indicaba que tanto conferencistas como parte de los organizadores, compartirían la mesa para charlar mientras disfrutaban del primer alimento del día.

El ambiente estaba inundado por aquel olor a mantequilla característico de los hot cakes, que aunado al ácido de un jugo de naranja y el olor de los buñuelos remojados en café, creaban la atmósfera perfecta de una convivencia entre amigos, que si bien no decían mucho, disfrutaban de esa mezcla tan perfecta de nervios, emoción y alegría.

Terminado el desayuno llegó el momento de caminar hacia el recinto donde se llevaría a cabo el ya tan mencionado Congreso Internacional de Risoterapia, el cual contaría con ponencias sobre temas relacionados con la risa, la alegría y la solidaridad, teniendo como conferencista magisterial al doctor Hunter Adams, más conocido como “Patch” Adams.

Los Pallazos Rodantez permanecieron en la mesa, sus cuerpos requerían de una mayor carga de energía para enfrentar el día; mientras tanto, el resto de los conferencistas abandonaron el lugar para preparar sus participaciones.

Con la batería al cien, Io y Chicloso iniciaron su camino; tan sólo unos cuantos metros los separaban del auditorio del Centro Fox.

Llegaron y se sintieron afortunados del privilegio que les daba tener sus nombres en el programa, al poder evitar la larga cola que formaban en la entrada una numerosa cantidad de narices rojas, médicos, enfermeras y público en general, en espera de registrarse para poder acceder a la sala de conferencias.

Con ese pase directo, ingresaron a lo que parecía otro universo, uno donde imperaba la locura, una especie de pacto no escrito donde la realidad que golpea al país se menciona sólo para buscar combatirla con una sonrisa.

El ambiente era el más parecido al de una familia, conocidos por aquí y por allá; el reencuentro con viejos amigos, algunos de estados de la república lejanos, aquellos que por los kilómetros que los separan, se reúnen, si bien les va, una vez al año.

Los abrazos, las bromas, las pequeñas y fugaces charlas aunadas a otras más profundas y acaloradas; fotos y presentaciones, confirmaron que no se habían equivocado, que ese era el lugar donde debían estar, el sitio ideal para compartir un sueño.

El presentador hizo un llamado a guardar silencio; todos ocuparon sus lugares y los invitados especiales, autoridades de salud y representantes de la fundación Vamos México, fueron los encargados de pronunciar unas palabras y dar por inaugurado el congreso.

El auditorio se puso de pie para hacer oficial la inauguración; los pallazos también se pusieron de pie, pero para abandonar la habitación y cambiarse de ropa, ya que su participación estaba marcada como la segunda en el itinerario.

Y comenzaron las conferencias. En primer lugar la Dra. Cachi Porra, María del Carmen Pérez, narró su experiencia llevando alegría a albergues durante la Contingencia Tabasco 2008, en la que la convivencia, paciencia y cariño permitieron una respuesta favorable y una eficaz detección de casos de crisis familiares, así como ayudar a la prevención del brote y propagación de enfermedades con medidas de seguridad e higiene.

Al finalizar la charla, y tras un cambio en el programa, consecuencia de un ajuste de tiempos, la presentación del simpático dúo, calculada para después de un “coffee break”, dio inicio.

Pasaban de las 11:30, y con una entrada un tanto accidentada por el audio que impidió se escuchara el fondo musical que acompañaba una cronología formada por imágenes, comenzaron su ponencia. Pero mientras los presentaban formalmente, los sorprendió el audio que por fin se había dignado a presentarse en la escena, aunque para ese momento ya no era requerido.

Y así, entre risas, improvisación, puntadas; datos reales, anécdotas; seriedad y bromas, transcurrió una plática en la que mencionaron no sólo la importancia de la alegría, de reír, sonreír y buscar esa chispa de felicidad, también destacaron la necesidad de llevar esta alegría a aquellos lugares cuya necesidad de estar en paz ha sido dejada a un lado.
Hablaron de las comunidades indígenas y la importancia de voltear a verlas; hacer caso de esa voz que muchas veces es callada, porque ahí también merecen la esperanza que los pequeños rayos de felicidad, esos momentos fugaces brindan.

Tras compartir sus anécdotas como en una línea del tiempo que ha visto consolidar su sueño, los Pallazos se despidieron, recibiendo felicitaciones, apoyo, pero sobre todo invitaciones a algunas comunidades.

Era el momento de un receso, pero no para ellos; como estrellas de un éxito taquillero, comenzaron a ser rodeados por personas que deseaban tomarse fotos, su firma en una playera, un abrazo y hasta propuestas de compromiso.

Hubieron charlas, propuestas, invitaciones y deseos de ser parte de ellos; intercambiaron teléfonos, correos y muchas posibilidades quedaron abiertas, con la fe puesta en ellas para poder consolidarlas lo más pronto posible.

Llegó el momento de regresar a la sala; ya aliviados, y sin la presión de tener que subir al escenario, se dispusieron a tomar sus asientos y escuchar a Andrés Aguilar, fundador de la asociación que lleva por nombre Risaterapia, hablar sobre como inició su proyecto y la importancia de apostar por los sueños.

El tiempo pasa volando cuando se está entre amigos y, después de una breve intervención de la Sra. Martha Sahagún de Fox, quien dio la bienvenida a los asistentes, la hora de la comida tocó a la puerta del Centro Fox, que cordialmente la recibió invitando a los asistentes a retirarse a tomar sus alimentos.

A Io y Chicloso les esperaba otro destino; fueron invitados a comer en la Hacienda, la misma que los hospedaba, para compartir la mesa de nueva cuenta con los expositores, aunque contrario al desayuno en esta ocasión si se encontraban todos, incluso “Patch” Adams, y la señora Sahagún, quien amablemente atendió a sus invitados.

Aunque convivieron en mesas diferentes, producto de la una extraña planificación, ambos disfrutaron del festín que les ofrecieron. De pronto el desfile hizo nuevamente una aparición; entre quesadillas, ensalada, sopa de papa, carne en diferentes presentaciones, tortas y postre, se fueron quedando las pláticas animadas de unos comensales más animados que a temprana hora.

Saciada el hambre, restaban amigos por escuchar, así que el regreso era necesario.

La tarde se esfumó siendo partícipes de la importancia de incluir animales como parte de una terapia, comprobado personalmente por el doctor Adolfo Vázquez Silva; escuchar hablar a Juan Manuel García sobre la tanatología y como esta se puede abordar también por personas que portan una nariz, hizo que más de uno reflexionara acerca de la muerte y sus repercusiones en la vida.

Finalmente llegó el turno del tan esperado médico estadounidense, Hunter Adams, quien desde su entrada provocó aplausos y emoción entre la gente. Con la total disposición de contestar todas las preguntas, para resolver las dudas que surgieran sobre su labor, el doctor, llamado por algunos, “Padre de la Risoterapia”, habló de temas como el verdadero valor de las mujeres, cuales serían sus mensajes finales al mundo, e incluso la lucha contra el narcotráfico que vive México.
Pero la noche es larga y por tanto necesita espacio para instalarse, así que sin pedir permiso, dio por terminado el encuentro en el que algunos compartieron sus visiones, misiones y deseos para con el mundo.

Con la despedida por parte del ex presidente Vicente Fox y su esposa, Martha Sahagún, y un brindis, se hizo oficial que era el momento de partir.

Renuentes a quedarse quietos, los más cercanos a la organización, siguieron conviviendo unos minutos, y mientras la calma se reestablecía, sacaron las cámaras y buscaron más fotos para que el recuerdo de ese momento logre permanecer por años.

Comenzaron las despedidas, la mayoría debía viajar hacia León para instalarse en sus hoteles, hogares, o incluso viajar a otras partes del país.

Eran aproximadamente las 20:30 horas, y todo indicaba que Io y Chicloso pasarían otra noche confinados en la soledad de una habitación de hotel, pero el destino es experto en voltear las cosas y sin darse cuenta en menos de media hora se encontraban con sus cosas en el automóvil de amigos que los invitaron amorosa y amablemente a compartir una noche con ellos.

La noche apenas daba sus primero destellos lunares, así que sin saber bien lo que ocurriría, se encontraron en camino a León, finalizando una aventura diferente a sus cotidianas aunque imprevisibles misiones.

Las charlas que se suscitaron, podrían recrearse en la escena de cualquier noche entre amigos de toda la vida, y quedarán ahí, en una mesa en medio del estudio de una familia de artistas. Una noche que antecedió al resto de los planes que Guanajuato firmó, porque los Pallazos Rodantez no dijeron adiós, hasta que el último asistente sonrió.

Pero este capítulo termina aquí, porque el resto de las aventuras merecen un espacio personal, con la rúbrica de este ojo espía que se niega a dejar pasar una oportunidad.

Día a Día