Humedad y Sonrisas por Jilotepec [día1]

PRIMER DÍA
Por Mawii Valencia
"Amenaza de dos días de lluvias extraordinarias en el D.F.", anunciaban las noticias.
Y como muchos, los Pallazos Rodantez también saben que el agua no sólo moja, también puede despintar, así que emprendieron la huída buscando algún camino dorado que el sol pudo haber dejado a su paso.
Se citaron por la mañana en los límites de la ciudad, y ahí encontraron a las cómplices perfectas para un viaje de aventura: dos mujeres y dos niñas.Tania, la guía de la tropa en esta ocasión, los saludó con agrado e inspirados iniciaron un viaje hacia un lugar aún sin conquistar.
Pero el singular despiste de dos seres de inocencia reconocida los hizo olvidar que: "Antes de todo viaje el clima debes consultar", y se encaminaron hacia Jilotepec, Estado de México, sin imaginar que la lluvia se resguardó en la cajuela de los dos vehículos que los llevaron hasta su destino.
Y entre universitarios, niñas y familiares, Io y Chicloso se acomodaron y en un abrir y cerrar de ojos, provocado por el vértigo que la velocidad causa en ellos, hicieron la primer parada que marcaría el inicio de una larga jornada que destaco por diferente, culpa de un clima irreverente.
Tecolalpan los recibió con los brazos abiertos, el cielo parecía despejado, así que entraron a saludar a Don Adolfo, quien entre bromas y amables atenciones les dio la bienvenida, agradeciendo su presencia.
El frío comenzaba a acecharlos, y una nube grisácea lanzó sus primeras gotas, pero nadie cree que una travesura sería el indicio de lo que les esperaba durante todo el fin de semana, así que mientras llegaba la hora de la función, visitaron el lugar que les serviría de auditorio, un cuarto vacío; a veces un salón de zumba, otras un consultorio improvisado, en esta ocasión el escenario perfecto para llevar a cabo la función resguardados de la lluvia.
Después de unas entrevistas, hechas por sus compañeros de viaje como parte de la tarea de una materia que trata de hacer comprender el valor del humanismo, el estómago ya reclamaba alimento; como no han logrado educar a sus tripas para que guarden silencio, éstas fueron escuchadas hasta la cocina del restaurante donde los invitaron a pasar.
El grupo fue recibido con gran calidez y, en una mesa tan diversa por las edades, género, profesión y personalidades de los que la conformaban, comenzó la hora de las complacencias y una dura decisión, elegir entre guisado de chicharrón, res o chiles rellenos.
No hay como el sazón de las manos de buenas cocineras, aquel que caracteriza a las mexicanas, que tienen más práctica que un chef con grado en cualquier país Europeo; los olores se mezclaban, en los platos un guisado, enmarcado por los incondicionales de la tradicional cocina mexicana, el arroz rojo y unos frijolitos refritos; para evitar los accidentes, el agua de horchata de arroz; y para botanear, unos buenos trozos de queso oaxaca, sin olvidar a las tortillas recién hechecitas, características de esos sitios ubicados a la orilla de la carretera, cuya intención es acompañar a los viajeros y darles un poco de ese calor de hogar que el camino a veces obliga a añorar.
Con ganas de probar un poco de todo, los payasos intercambiaron "tenedorazos" de sus guisados entre ellos, y se sorprendieron de que el sabor tan perfecto de cada uno, los dejara incapacitados para elegir el mejor entre los tres.
Faltaban minutos para el encuentro con aquel público de ojos despiertos, y mientras el resto de los comensales se retiraba para seguir cumpliendo sus labores estudiantiles, ellos fueron invitados a permanecer en el recinto, con un café en camino y una sorpresa que no podían rechazar: gorditas de harina de trigo recién retiradas del fuego.
No hay como una buena charla para saborear un café de olla, y entre su labor, historias de vida y del campo, el tiempo se fue volando, y llegó la hora de dar función; sólo una parada más, las canchas de fútbol, elegir entre ellas y el improvisado auditorio.
La lluvia había cedido, lo que les permitía elegir, pero la amenaza seguía latente, así que prefirieron estar protegidos bajo un techo que les brindara seguridad a quienes se interesaran en verlos actuar.
Es conocido por muchos que la comida es uno de los más grandes placeres, pero también hay quien dice que de lo bueno poco, y más que comprobado fue ese dicho por Chicloso e Io, quienes con la barriga llena, se dispusieron a cambiar de atuendo, aunque no hay duda que el corazón estaba muy contento.
Tampoco podemos negar que en ocasiones el que espera desespera, así que mientras llegaban unos niños a los que don Adolfo había mandado traer, ya que el clima les impedía llegar, quienes ya estaban en el lugar y hora indicados, no podían aguantar las ansias por ver a los tan esperados payasos, y asomaban sus cabezas entre las cortinas que asemejaban un telón en aquella escena que la imaginación creó.
Otros correteaban afuera del lugar mientras los Pallazos Rodantez ajustaban su actuación, deseando con todas sus fuerzas que la digestión de aquel delicioso banquete se lograra en segundos; de pronto entre aquellas vocecitas y gritos infantiles, se escuchó la voz de Tania indicando que era el momento de comenzar.
Se abrió el telón, y entre escritorios, salieron los protagonistas de un acto que resultó de ensueño para muchos de los asistentes; entre malabares, globos, pulgas invitadas, y moscas traviesas, las sonrisas y risas no se hicieron esperar.
Ver sonreír a un niño ante la actuación de un personajes tantas veces resaltado nunca deja de ser encantador; aquellos que habían tenido la oportunidad de ver un show cuyos protagonistas son los payasos, no dejaron de sonreír, ante las evidentes diferencias entre la parafernalia de esos y la sencillez y cautivadora inocencia de Io y Chicloso.
Pero aquellos que nunca habían tenido cerca una nariz roja, enamoraron por su sorpresa, por esa cara de asombro, aquella capacidad de sorprendernos por pequeñas cosas que todos olvidamos al hundirnos en preocupaciones.
La hora llegó, la función tuvo su final, los payasos se despidieron y agradecieron la presencia de niños de todas las edades; el salón quedó vacío en menos tiempo del que tardó en llenarse, en el lugar sólo permanecían bancos, envolturas de "papitas", y vasos de refresco.
Regresaron al lugar Iván y Carlos, despojados de nariz redonda, pero llenos de amor y ganas de seguir, pero eso tendría que esperar hasta el siguiente día.
En espera de conocer a quien amablemente les daría asilo, salieron a esperar un aventón, pero recibieron una sorpresiva noticia: el préstamo de un carro que les serviría de transporte durante su estadía en Jilotepec; así se encaminaron hasta la casa de doña Martha, quien con notable hospitalidad, ya los esperaba con los brazos abiertos.
Y la conocieron no sólo a ella, también a sus hijos Carmen y Chucho, quienes tendrían que convivir con estos seres de excéntrica personalidad; pasada la presentación, bastaron minutos para sentirse parte de la familia, un video de la reciente fiesta de XV años de Carmen, acontecida en enero, una merienda consistente en unos ricos frijoles, bolillitos, huevo y salchichas, acompañadas por un té de toronjil, dieron fin a la jornada.
Después de la plática, sólo las buenas noches, y a esperar que entre la oscuridad las nubes descargaran toda su furia, para que al día siguiente el sol pudiera alumbrar su locura.

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