diciembre 16, 2010

El reencuentro de cinco almas

Día 7
Tras seis días de labor, el reencuentro tan esperado y deseado se logró: se completó el equipo de Pallazos Rodantez.
Con once horas de viaje (más cinco de León a la ciudad de México, que una de las integrantes realizó) llegaron a Putla Villa de Guerrero, en el estado de Oaxaca: Alhelí y Carlos, provenientes del Distrito Federal el domingo 5 de diciembre.
La reunión fue entrañable; entre abrazos y frases como: "los extrañamos", "ya queríamos estar aquí" y "cómo les ha ido", se encaminaron a completar la labor que una semana atrás habían comenzado Chío y Chicloso.
Su primer parada no fue una comunidad como tal, sino a la plaza que acostumbra cubrir el centro del municipio que los recibió los domingos de cada semana; ahí se encontraron con un escenario común en ese tipo de mercados, abundantes México: la mezcla de frutas y verduras, panes, platillos típicos, y demás productos de la región; además de ropa y otros enseres importados.
Tras un breve recorrido, cumplida la visita al baño, y abastecidos con lo que les hacía falta, se subieron a los vehículos asignados: un taxi particular para las mujeres y transporte comunitario para los hombres; así lograron llegar a Paso de Águila, Santiago Juxtlahuaca.
En el lugar ya los esperaban reunidos bajo la sombra de un árbol varios niños; los payasos ingresaron a la comisaría para prepararse. Se vistieron, caracterizaron y organizaron; una charla de preparación oficializó el reencuentro: recordaron las razones de estar ahí; adaptaron el show de dos a uno de cuatro; y se desearon el mejor de los momentos.
A pesar de lo bello del instante, los pequeños ansiosos reclamaban su presencia, y al grito del recién instaurado lema: "rodando en alegría", salieron a escena. Nuevamente la cancha de basquetbol sirvió de escenario, y la entrada corrió a cargo de Chío y Chicloso, con la breve inserción de los recién llegados.
El rápidamente adaptado espectáculo provocó grandes sonrisas y risas sonoras; los pases de yoyo entre Io y Chicloso, una mosca traviesa que molestaba a la de por sí nerviosa y asustada Alhelí, y la novedad de las clavas, consolidaron el show.
Las dinámicas continuaron, y con la foto del recuerdo se retiraron a su camerino improvisado donde los recibieron con un almuerzo consistente en tortillas, huevo y frijoles, acompañados con un refresco.
Con el estómago lleno y el alma satisfecha, se encaminaron a la siguiente comunidad; sin embargo, a su llegada a Santa Maria Pueblo Nuevo, los planes cambiaron: la presentación que ofrecerían en medio de los partidos de basquetbol se canceló, pidiendo su participación para otro día.
Con las ganas al máximo, se acercaron a Llano Nopal, donde los niños los aguardaban; mientras los actores descargaban sus cosas, los pequeños se acercaron a rodear el taxi; minutos más tarde y con la manta que los identifica: comenzó la función.
Un show más consolidado tuvo favorables consecuencias; la presencia del mago generó emoción, igual que la entrada de los monociclos, y un intrépido personaje que tiene toda la intención de reventar globos con un cuchillo.
Los logros se vieron nublados por un juego de pelotas fallido, que los hizo tomar la dura decisión de cancelarlo y cambiarlo por dinámicas; tras unos minutos de juego y espera a los chicos que compartirían el transporte con ellos, se dirigieron descansar al albergue.
Una rica cena dio la pauta para una reunión en el cuarto de los muchachos que se transformó en una ceremonia.
Todo comenzó como un momento de esparcimiento: reunidos escuchando música y arreglando las cosas para acomodar a dos en el cuarto que había sido refugio de uno; en cuestión de minutos todos estaban sentados en las camas platicando, de pronto se escuchó la voz de Carlos que tenía algo importante que decir.
Apareció en escena una funda con el logo de Pallazos Rodantez; cambió la música y puso una canción especial pidiendo a sus compañeros que pusieran atención a la letra: el rostro de cada uno de ellos se iluminó; enseguida les proporcionó una vela y les compartió unas palabras con la esperanza de que ellos le brindaran otras; les entregó tres insignias a cada uno de ellos, para que las pusieran donde quisieran; se hizo oficial, ya no eran tres, la familia acababa de crecer a cinco.
A partir de ese día, de ese mágico momento, Pallazos Rodantez estaba conformado por: Carlos, Iván, Alhelí, Rocío y Marisela; el compromiso lo asumieron dos personas más, y lo reafirmaron con el mismo amor que la primera vez quienes comenzaron al lado de Carlos este proyecto.
La charla se prolongó por un rato más, hasta que poco a poco se fueron despidiendo y las mujeres se retiraron a su habitación; lo que pasó en el espacio que originalmente es una oficina, sólo lo sabrán ellos; todas las palabras que se dijeron, cada uno de los detalles quedaron ahí, en esas cuatro paredes, en cinco pares de oídos, en cinco corazones que laten fuerte por un mismo sueño; lo que pudieron leer es sólo un esbozo de lo que realmente pasó, pero que debe quedar sellado para conservar la magia que el misticismo le provee.

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